Otra vez la gente de Peñarol brindando una nueva muestra de fidelidad inolvidable.
Sin importar el torneo que sea, sin mirar los jugadores que entran a la cancha, dejando de lado promesas de dirigentes que apostaron por cumplir el sueño de hacer regresar al ídolo Antonio Pacheco.
Nadie reparó en los resultados de los torneos de verano y mucho menos en el desempeño del equipo. Nada fue impedimento.
Jugaba Peñarol. Y había que estar. Pero no para sentarse a mirar. Había que estar para empujar, para jugar el partido desde la tribuna.
Y la gente de Peñarol volvió a dejar en claro que, el equipo podrá ganar o perder, pero no le fallará jamás.
La semana que viene se conocerá el resultado final de esta historia que dirime con Caracas y que dejó encamindada en Montevideo. Para el caso de que el aurinegro supere esta ronda, su hinchada volverá a ser nuevamente firme candidata a pelear por el cetro de campeón de las tribunas.
La gente de Peñarol vuelve a amenazar con llenar siempre el Centenario, con viajar como sea por todo el continente y con romper todas las taquillas.
Anoche se vendieron 40 mil entradas pero había cerca de 50 mil almas en el Centenario acompañando a los dirigidos por Gregorio Pérez.
La salida del equipo a la cancha fue un verdadero espectáculo digno de ser reconocido. Fueron cinco interminables minutos de fuegos artificiales para dejar en claro que era la noche de Peñarol. Y luego 90 minutos de constante aliento.
El año pasado fue el mejor recimiento y la bandera más grande del mundo, este año nadie sabe cual será la sorpresa.
Fuente: www.elobservador.com.uy
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