miércoles, 7 de septiembre de 2011

18 años... ¿no es nada?

Un día de febrero de 1993 Gregorio llegó por primera vez a Los Aromos. La playa de estacionamiento estaba vacía. Dejó su vehículo e ingresó directo por la antigua sala de juegos, esa que está pegada a la cocina de la vieja concentración de Los Aromos. Los vidrios eran transparentes, apenas unas cortinas separaban a los jugadores del mundo exterior. Aquella puerta siempre permanecía abierta. No existía el portero ni el guardia de seguridad que impidiera el paso.

Dieciocho años después Gregorio volvió a Los Aromos. La playa de estacionamiento estaba colmada de autos y camionetas de diversos modelos. Ya no lucían aquellos viejos y conocidos nombres colgados que marcaban la zona donde estacionaba cada jugador. Pero Gregorio, en una especie de norma de respeto a las jerarquías, dejó su auto a un costado y no bajo techo.

No entró por la puerta de siempre. Hoy los vidrios son oscuros y alejan a los jugadores del mundo exterior. Gregorio pasó por una zona provisoria que deriva directamente en el local de concentración. Y fue por la cocina para ver a algunas viejas caras conocidas de su paso anterior por el club.

Por su mente habrán pasado tantas personas... Gladys en la cocina, la risa del Bola Delgado allá en el fondo acomodando la ropa, el saludo de Chiquito Mazurkiewicz, el intendente Cusatti, el canchero, Chicharra, un botija que apareció un día y se quedó colaborando, los hijos del Vasco Aguirregaray a los que vio crecer corriendo por las canchas.

En 18 años Gregorio pasó por la moda del pelo largo, por los cabellos rapados, los tatuajes, la caravana, el bolso, el necesaire, y el morral actual. Claro, todo cambió. Alguna vez dijo: “Pensar que cuando recién empezamos Peñarol ponía un ómnibus que salía de la sede para venir a Los Aromos. Los primeros días veníamos Mazurkiewicz, yo y siete u ocho jugadores. Y después terminamos viniendo Chiquito, yo y dos o tres porque todos se compraron su autito”.

Aquel primer entrenamiento de 1993 marcó tendencias. Una anécdota lo pinta de cuerpo entero. Mientras Gregorio brindaba una nota a El Observador por el costado pasó Pablo Javier Bengoechea. Y el entrenador, con gesto paternal, paró la nota para preguntarle a quien luego quedaría en la historia como su eterno capitán: “Pablo, ¿tomó la leche?”. Ante la respuesta negativa del 10 Gregorio ordenó: “Vaya a tomar la leche y después se puede retirar”. Y allá fue Bengoechea para la cocina.

Hoy el jugador tiene claro que luego de entrenar debe pasar por el comedor para merendar. Es una cita obligatoria. Los tiempos profesionales cambiaron.

Por estas épocas el club se fue adaptando a otras normas. Ayer el nuevo conductor se encontró con criterios de seguridad que antes no existían. Intendente, gerente deportivo, una vieja gloria como Fernando Morena, encargados de marketing, y una concentración remodelada.

“Hace 18 años pisé por primera vez este lugar. Las sensaciones son similares, pero aquella era la primera vez y fue el punto de partida de una relación increíble con la gente del club, con los hinchas que siempre me respaldaron. Hoy soy un Gregorio más canoso, al que los años de experiencia le permiten contar hasta 10, cosa que antes no pasaba. Me gusta escuchar tango y folcklore, pero también el rock, para no desafinar”, expresó el nuevo entrenador mirasol, que este martes asumió funciones en Los Aromos.

En ese instante en que entró nuevamente a la que denominó “mi casa”, Gregorio debe haber recordado a cientos de jugadores.

Ya no está el Vasco Aguirregaray para levantarse temprano y compartir un mate y compartir una charla de fútbol.

Tampoco contará con aquel niño mimado al que llevó con mano maestra a debutar en Primera división como Antonio Pacheco: “Es cierto que soy amigo del Tony, que es un ídolo de Peñarol, claro que lo fui a ver cuando debutó con Wanderers. Espero que le vaya bien y ahora vamos a jugar en la quinta fecha yo dirigiendo a Peñarol y Tony jugando en Wanderers”.

O su preocupación para que el Bola Lima se convirtiera en un profesional y sus peleas con Federico Magallanes al que renegaba y luego decía: “¡Pero que botija este...!”.

Tampoco escuchará la retirada que popularizó el Marujo Marcelo Otero que cada vez que abandonaba Los Aromos tocaba la campana de la puerta de entrada y gritaba: “¡Nos vamos!”. Aún permanece colgada la campana... pero ya nadie la toca.

Dieciocho años... Mucho tiempo, mucha gente, innumerables recuerdos. Amarguras y festejos. Bronca y felicidad. Experiencias de vida. Pero al margen de los recuerdos, 18 años después la ilusión de Gregorio al volver a la institución sigue siendo la misma: “Tengo la misma hambre de gloria y el mismo sentimiento. Eso es imborrable...”.

Fuente: www.elobservador.com.uy

2 comentarios:

  1. Estoy Re-contento con la vuelta de Gregorio, para mi es un grande como persona y como DT. yo lo aprecio un monton por su persona de bien su humildad y su amor por peñarol Le deseo la mejor suerte del mundo.Alberto Calda Acuña

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  2. lo mejor para quien le brindo tantas glorias a peñarol y los mnays carboneros, y esperamos acompañarlo con todo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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